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Anorexia y Bulimia, los trastornos invisibles

anorexia y bulimia

Esta semana no soy yo quien va a escribir la entrada.

En varias ocasiones te he contado lo importante que es la ayuda de un/a psicólogo/a en el tratamiento de una persona que acude a una consulta de nutrición. Pero si hablamos de trastornos de la conducta alimentaria esta ayuda se hace imprescindible, ya que son ellos quienes más pueden ayudar a pacientes que los padecen.

Ya te he hablado en varias ocasiones tanto de Anorexia nerviosa como de Bulimia nerviosa, pero hoy quería que vieses un punto de vista distinto de estas enfermedades. Hace algún tiempo leí una serie de comentarios en una página web a una chica que padecía anorexia. En estos comentarios la gente cuestionaba que esta chica tuviese problemas con la alimentación, le restaban importancia a su sufrimiento e incluso la insultaban y se reían de ella.

Por eso, esta semana he querido contar con Rocío Rodríguez, que nos va a hacer una reflexión sobre este tema desde el punto de vista psicológico. Rocio es psicóloga y está estudiando el Máster General Sanitario. Nos conocimos en las I Jornadas de Desórdenes alimentarios organizada por ADINU Valencia, lo que me hizo pensar en ella para esta entrada.

Además de lo que os he contado sobre su formación, entre otros muchos cursos, realiza prácticas en el centro TITCA y ha sido voluntaria en la Asociación Valenciana de Asperger y en ASIEM.

Pordría estar presentándola todo el día, pero mejor que la conozcas tú a través de su textos Anorexia y Bulimia. Aquí lo tienes:

“Esta chica no está delgada, no puede tener anorexia”, “no me creo que vomite, lo hace para llamar la atención”. Son algunas de las expresiones que podemos encontrarnos en nuestro día a día respecto a las personas que padecen ciertos trastornos alimentarios, de hecho, es posible que alguna vez incluso hayan rondado tu cabeza. Pero, ¿por qué? Porque la delgadez es únicamente la punta del iceberg de este tipo de trastornos. Cuando una persona llega a tener un peso que a la vista nos resulta alarmante, seguramente exista detrás una larga historia llena de años de dolor, sufrimiento, aislamiento y desprecio por uno mismo.

No debemos olvidar que estas enfermedades son trastornos mentales. Al igual que una depresión o una ansiedad, no existen síntomas visibles que nos indiquen que esta persona está enferma, como puedan ser los granos en una varicela o una nariz congestionada en un constipado. En la mayoría de chicas que padecen esta enfermedad, lo primero que se manifiesta es una combinación de baja autoestima, bajas habilidades sociales, intolerancia a la frustración y búsqueda de perfeccionismo. En una persona con bulimia, uno de los motivos por los que puede recurrir a los atracones, es como medida de regulación emocional. Cuando sienten emociones intensas como ira, tristeza o quizá estén ansiosas, mientras que cualquier otra persona podría gestionarlo liberando estrés mediante el ejercicio o buscando una persona que les consuele, estas personas suelen tapar esas emociones comiendo, para luego experimentar un irremediable sentimiento de culpa ante las cantidades ingeridas. Sin embargo entran en un bucle que cuesta mucho romper, porque, eh… Mientras comía, me aislé del mundo y conseguí sentirme mejor. Si luego puedo remediar la culpa vomitando… ¿Por qué no hacerlo de nuevo? Por otro lado, una persona con anorexia puede que sienta que lo único que puede controlar en su vida es el peso. Quizá no se ve competente para relacionarse con los demás, esté sufriendo algún tipo de acoso, en casa la situación no sea la más favorable… Y la forma que encuentran para coger las riendas de su vida, es controlando qué comen y qué no, hasta dónde engordan y hasta dónde no.

Cuando a una persona que padece estos trastornos le dices que su enfermedad no existe, le estás diciendo que su sufrimiento no existe. Las manifestaciones visibles de su conducta, como vomitar o restringir los alimentos, son la forma de reclamar socorro, de decir que algo no va bien en sus vidas. Y eso no es sinónimo de querer llamar la atención. Cuando una persona siente tanto sufrimiento que en lugar de pedir ayuda se refugia en uno de estos trastornos, con más motivo debemos intentar tenderles una mano. Decirle a una persona con anorexia que “no puede tenerla porque no está delgada”, puede darle gasolina a sus pensamientos de “no estoy haciéndolo bien, tengo que esforzarme más por adelgazar”. Como comentábamos, estos trastornos son mentales, son voces que están constantemente en sus cabezas repitiéndoles lo fracasadas que son en la vida, son voces que coartan su libertad. No pueden salir tranquilamente a la calle, dándole vueltas a si los demás se fijarán en ellas o no, si verán lo anchos que tienen los muslos o la forma de su vientre. Son personas que no pueden disfrutar de unas vacaciones porque no pueden acudir a la playa, a la piscina. Porque no pueden comer un helado cuando les gustaría o quedar a almorzar con sus compañeros porque tendrían que dar explicaciones de por qué comen o dejan de comer. A esto hemos de añadirle el gran peso que guardan en su mochila de secretos. El sufrimiento de estas enfermedades se lleva en silencio, nadie sabe de él. Nadie sabe de los pensamientos autodestructivos que rondan su cabeza continuamente. Mientras cualquier otra persona pasa el día a día sin preocupaciones, ellas deben convivir con su malestar. Es una mochila cargada de mentiras que duelen, porque mienten a seres queridos, porque se mienten a ellas mismas cuando dicen que están bien y que no les pasa nada. Cuando en el fondo, están deseando gritar.

La anorexia y la bulimia son mucho más que dejar de comer o de vomitar. Tenemos que ser conscientes de que no es como una gripe de la que te recuperas en dos semanas. Sino de muchos años de sufrimiento. Seguramente antes de que esa persona decidiera dejar de comer, hubo una larga temporada de agonía frente al espejo. Seguramente tuvo que aguantar muchos comentarios sobre su imagen. O igual tras su sonrisa realmente sucedía algo tan grave y tan doloroso que su forma de manifestarlo fue dejar de comer. Cuando dices una palabra hiriente a alguien con este trastorno, seguramente no hayas parado a pensar en todas esas cosas. Y seguramente no te pares a pensar que tus palabras son un ladrillo más que se añade a esos motivos por los que continuarán vomitando o restringiendo alimentos.

Una persona que padece este trastorno tiene suficiente con su batalla interna diaria, con su batalla entre comer o no, entre ponerse cierta prenda o no, entre hablar con alguien o no… Piensa todas las inseguridades que eso representa y lo que puede significar tener que lidiar encima con el hecho de no ser tomadas en serio. Al malestar que les provocan sus propias circunstancias (tanto su enfermedad como el entorno que les rodea) hay que sumarles que la gente las tome por mentirosas, hay que sumarles que alguien les esté diciendo que su sufrimiento no es real. Que eso que cada día las rompe un poco más, no es verdad. Piensa cómo sería estar triste y que día a día hubiese alguien a tu lado diciéndote que no te cree. Alguien que en vez de recoger tu sufrimiento, abrazarlo e intentar hacerte sentir mejor, te hiciera sentir responsable de lo que sientes y de no solucionarlo.

De modo que para terminar, pediría un ejercicio de reflexión a quien esté leyendo estas líneas. Cuando alguien te juzga sin conocerte, sin saber tu historia, te hiere. La próxima vez que conozcas a alguien que padece este trastorno y que igual ‘no dé el perfil’ o que escuches a alguien haciendo este tipo de comentarios ante una enfermedad tan seria, párate un momento. Párate a pensar en toda la historia que habrá detrás de esa persona. Párate a pensar en todo el sufrimiento que llevará arrastrando durante años. Y si hoy conseguimos que en vez de rechazada, una de esas personas sea abrazada, habremos dado un paso de gigante en la lucha contra este estigma.

 

Muchas gracias Rocio por haber querido colaborar escribiendo este gran texto que a todos nos va a servir seguro para modificar nuestra conducta hacia las personas que sufren algún TCA.

Y con esta entrada, la primera colaboración de este blog, me despido de ti, querido/a lector/a hasta septiembre. Voy a tomarme unas «vacaciones» para volver con temas nuevos y con muchísimas ganas de seguir mejorando este blog y aprendiendo contigo. Pero no te preocupes, que seguiré todo el verano en las redes sociales compartiendo y publicando para que sigas aprendiendo hábitos saludable.

Nos vemos en septiembre ¡Feliz verano!

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3 Comments

  1. Juan Benito dice:

    Muy bueno el artículo de Rocío, gracias Irina por publicarlo.

     
    • Irina Casablanca dice:

      Muchas gracias Juan. Las gracias son para Rocío que ha aceptado a escribir sobre este tema tan necesario. Me alegro que te haya gustado

       
  2. […] – Relacionando malestar con comida, dándole paso a un posible trastorno de la conducta alimentaria. […]

     

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